19 de junio de 2017 · Actualizado hace 8 hs
Georges Didi-Huberman, filósofo e historiador del arte
“Las imágenes no son sólo cosas para representar”
El ensayista reflexiona en torno a la imagen y a su dimensión política,
la historia, el arte y la memoria. Está en Buenos Aires para el montaje de la
muestra Sublevaciones, de la cual es curador, una exposición que promete
convertirse en uno de los fenómenos culturales del año en el país.
Por Verónica Engler
El filósofo e historiador del arte
Georges Didi-Huberman –uno de los pensadores centrales de nuestro tiempo– está
desde la semana pasada trabajando a tiempo completo en Buenos Aires, en el
montaje de la muestra Sublevaciones (Soulèvements), de la cual es curador, en
el Centro Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de
Febrero (Muntref). La exposición se fundamenta en un trabajo histórico y
teórico que Didi-Huberman viene realizando desde hace años, y que está plasmado
en una serie de libros titulados L’oeil de l’histoire (El ojo de la historia).
Por Verónica Engler
Integrada por más de doscientas obras
(de Marcel Duchamp, Man Ray, Tina Modotti y Henri Cartier-Bresson, entre otros;
además de los locales Abraham Regino Vigo, Adriana Lestido, León Ferrari y
Eduardo Longoni), Sublevaciones –que ya se presentó en Paris y Barcelona–
probablemente se transforme en uno de los fenómenos culturales del año en el
país.
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Desde hace décadas, este ensayista de
renombre internacional viene reflexionando en torno a la imagen y a su
dimensión política, la historia, el arte, la memoria, y también sobre ese campo
fecundo de estudios que es la historia del arte. Perteneciente a un linaje de
pensadores disruptivos como el filósofo Walter Benjamin, y los historiadores
del arte Aby Warburg y Carl Einstein, la propuesta de Didi-Huberman, como la de
sus predecesores, también se dirige contra una cierta concepción de la
historia, positivista, evolucionista y teleológica. “Crear la historia con los
mismos detritus de la historia”, incitaba Benjamin en su Libro de los Pasajes.
Se trata de una propuesta epistemológica que supone que la historia (como
objeto de la disciplina) no es una cosa fija, ni siquiera un simple proceso
continuo y que la historia (como disciplina) no es un saber estático ni un
relato causal. De esta forma, el pasado deja de ser un hecho objetivo y se
transforma en un hecho de memoria. Entonces, para desmontar la continuidad de
las cosas que propone la construcción epistémica convencional, la alternativa
es el “montaje”, un concepto clave para entender el pensamiento de
Didi-Huberman. En su texto Cuando las imágenes tocan lo real, lo explica de
esta manera: “El montaje será precisamente una de las respuestas fundamentales
a ese problema de construcción de la historicidad. Porque no está orientado
sencillamente, el montaje escapa de las teleologías, hace visibles las
supervivencias, los anacronismos, los encuentros de temporalidades
contradictorias que afectan a cada objeto, cada acontecimiento, cada persona,
cada gesto. Entonces, el historiador renuncia a contar ‘una historia’ pero, al
hacerlo, consigue mostrar que la historia no es sin todas las complejidades del
tiempo, todos los estratos de la arqueología, todos los punteados del destino.”
El montaje, de esta manera, permite establecer una relación crítica entre las imágenes
que ayuda a escapar de la cadena de los estereotipos, de los clichés de la
mirada que impiden ver muchas cosas. Para Didi-Huberman, el buen uso de la
imagen es, sencillamente, el buen montaje. De estas y otras cuestiones
conversará amablemente en la siguiente entrevista, durante una pausa en su
ajetreada jornada, mientras almuerza unas empanadas antes de ir a la
inauguración de la cátedra “Políticas de las Imágenes” que presidirá en la
Untref.
–¿Cómo concibe el tema de las
sublevaciones y cómo fue pensada esta muestra a partir de ese tópico?
–Yo no empecé concibiendo la
sublevación, fue exactamente el movimiento inverso. Se cree que un filósofo
tiene primero una idea general y después la aplica a una exposición, pero no es
en absoluto así. Son las obras que se van cosechando las que dan una idea de lo
que puede ser, aunque no es exactamente una idea, es sobre todo un recorrido en
una serie de problemas. No tengo una teoría o una definición de sublevación, no
es ése el problema. Es una fenomenología, o una antropología, eso quiere decir
que es más descriptivo, de alguna manera. No es una ontología, es solamente un
recorrido con algunos ejemplos con vínculos que creo que tienen, pero me
resisto a la idea de cualquier definición.
–¿Cuáles fueron las cuestiones que
hicieron que ese recorrido cuajara en la muestra? ¿Se trata de iconografías de
las luchas populares que para usted resultan significativas?
–¿Lo que me quiere preguntar es por qué
no hay sublevaciones fascistas? Hay sublevaciones fascistas. Pero en una
exposición que puede verse en diez minutos o diez horas, supongamos que se la
quiere ver en diez minutos, si muestro un puño levantado y al lado un signo
fascista, si se mira rápidamente se va a ver un signo igual entre las dos
imágenes. Y yo no creo que haya un signo igual entre los dos, entonces evité
las sublevaciones populares reaccionarias que existen, como en este momento en
Francia, por ejemplo.
–¿Qué significa para usted reflexionar
sobre la dimensión política de las imágenes?
–Yo comencé como historiador del arte,
es decir, como un enamorado de la belleza. Y un día me di cuenta de que todo
análisis de una imagen tiene una dimensión política, y toda imagen tiene una
dimensión política. Entones, intenté ser más preciso, porque la dimensión
artística siempre está en dialécticas con algo más temible, más peligroso.
–Su propuesta como historiador del arte
y filósofo de las imágenes se basa en la idea de que no hay fuentes originarias
en la historia, ni causas y consecuencias lineales entre los acontecimientos.
Siguiendo el legado de Walter Benjamin, de alguna manera lo que usted plantea
es desbordar lo que sería un tiempo pacificado de la narración ordenada, para
lo que postula las nociones de montaje y anacronismo. ¿Cómo funcionan estas
cuestiones entre las obras que conforman Sublevaciones?
–Funcionan a través de los gestos al
principio. El hecho de que cuando uno está alienado y protesta contra esa
alienación, la protesta toma una forma corporal: es el brazo que se levanta, el
cuerpo que se despliega, la boca que se abre, entre las palabras y cantos, todo
eso es corporal. El cuerpo humano es lo más antiguo que poseemos, el cuerpo
humano es más antiguo que un fósil, que una obra de arte griega, el cuerpo
humano es muy antiguo, es nuestra antigüedad. Todo eso es anacrónico. Cuando un
joven de Mayo del 68 se mueve y puede moverse como Dionisio es anacrónico.
–Usted escribió el libro Imágenes pese
a todo: memoria visual del Holocausto (2003) a partir de cuatro fotos tomadas
por los Sonderkommandos (que eran los judíos que tenían que meter en la cámara
de gas a sus congéneres y luego enterrarlos; después ellos mismos también eran
condenados), un texto en el que, entre otras cuestiones, propone la necesidad
de mostrar esas imágenes sobre lo inimaginable, la Shoah. ¿De qué manera se
insertan estas fotos en Sublevaciones?
–Estas cuatro fotos forman parte de la
exposición, pero si miramos lo que representan, nos podemos preguntar “¿por qué
están en esta exposición?” A la izquierda hay un grupo de mujeres que van a la
cámara de gas para que las ejecuten, y en la imagen de la derecha hay cadáveres
que se queman… ¿Dónde está la sublevación? Ahí la respuesta es que
precisamente no hay que mirar en las imágenes sólo lo que representan. Las
imágenes no son sólo cosas para representar, son ellas mismas cosas que están
al extremo de nuestros cuerpos. Cuando tengo mi cámara de fotos y saco una foto
(mientras dice esto le saca una foto a la cronista), ya está, le saqué una
foto, está al extremo de mi cuerpo. Una imagen es un gesto, y el gesto de
fotografiar a esas pobres mujeres y esos pobres cadáveres, el mismo gesto de
decidir fotografiarlos, mientras que el que sacó la foto sabía que iba a morir
así, eso es un gesto de sublevación. ¿Y cuál es el resultado? El resultado es
que nosotros podemos verlo hoy. Lo que era terrible era que todo eso era
invisible al mundo entero. Nosotros, gracias a ese hombre que murió, por
supuesto, tenemos acceso a esta verdad histórica. Yo agregaría que esas fotos
forman parte de un conjunto de decisiones tomadas por esa gente, esos prisioneros,
enterrados en la tierra, son fotos que hicieron explotar una cámara de gas. Es
una insurrección, esa imagen forma parte de un gesto de insurrección, a pesar
de lo que representa. Y la gran pregunta de estas imágenes extremas sería:
cuando no hay nada, cuando no hay ningún medio para luchar, cuando uno está
totalmente en actitud de humillación, ¿cómo se subleva de todas maneras? Esto
está claro.
–Las fotos tienen además del signo de
esa sublevación extrema el valor testimonial, es un legado de memoria.
–Sí, testimonios y también esperanza.
No esperanza para él, el fotógrafo, que sabe perfectamente que va a morir,
esperanza para el futuro. Por eso pienso que el gesto de sublevación va siempre
hacia el futuro, pero siempre también es una cuestión de memoria. Es el tema
más importante, es la relación entre el deseo, que va hacia el futuro, y la
memoria.
–A veces se cuestiona la necesidad de
mostrar imágenes del horror, muchos se preguntan si la exhibición de estas
imágenes no puede fomentar el morbo, una especie de gozo perverso, a través de
cierta dinámica de circulación de imágenes como la que impera en los medios de
comunicación masivos.
–Ya que hablamos de perversión,
podríamos pensar que hay perversos a quienes les gustan mucho los zapatos o el
cabello. ¿Vamos a suprimir el cabello y los zapatos? No, la perversión no está
en el objeto, está en la mirada. Entonces, la imagen del horror, la imagen de
guerra, es inocente. Lo que es culpable, eventualmente, es la mirada, la
utilización que se hace de la imagen. La perversión no está en la imagen, está
en la mirada. No creo en la necesidad de censurar cierto tipo de objetos, sino
en modificar la actitud subjetiva respecto de eso. Por ejemplo, yo no tengo
para nada ganas de ver videos de Daesh (Estado Islámico), pero si un día
tuviera que trabajar con eso, tendría que verlo, qué puedo hacer...
–¿Considera que la mirada contemporánea
está determinada por los medios de comunicación masivos? Condicionada en
relación a producir ciertas cegueras y ciertas visibilidades, y ciertos cliché
de la mirada.
–Hay un filósofo que a mí me gusta
mucho, que se llama Gilles Deleuze, y él dijo algo que adoro, que no vivimos en
una civilización de la imagen, no es cierto, vivimos en una civilización de
clichés. Y nuestro trabajo es mirar imágenes o crear imágenes que deconstruyan
los clichés. Por eso me interesa poner en conexión las imágenes entre sí a
través de un recurso constante a la idea de montaje. Lo importante es poner en
relación las imágenes porque ellas no hablan en forma aislada.
–¿Y cómo se hace eso?
–Con montaje. Por ejemplo, con el
lenguaje tenemos un cliché con la palabra “pueblo”. En Francia Marine Le Pen
utiliza el nombre del “pueblo”. Entonces, ¿yo tengo que renunciar a la palabra
“pueblo”? No, yo voy a hacer otro montaje, distinto al que hace Marine Le Pen,
y lo mismo con las imágenes.
–Generalmente se suele entender el acto
de mirar como un hecho dado por la sensibilidad, simple, directo, sin
mediaciones, algo que sería sencillo e inmediato. Pero usted postula que, por
el contrario, hay que trabajar bastante para poder mirar. ¿Cómo es esa tarea?
–Sí, sí, hay que trabajar más allá de
la pura visión. Hay que trabajar más allá de la simple información inmediata
que puede arribar al cliché. Porque miramos también con palabras, y a veces
miramos muy mal. Necesitamos tomarnos el tiempo para mirar un poquito mejor.
–¿Es necesario desarrollar algún tipo
de pedagogía orientada a generar nuevos espacios de visibilidad?
–Sí, la pedagogía de las personas que
han hecho preguntas no consensuales respecto de las imágenes, pero no hay mucha
gente que haga esto. Hay una desproporción completa entre la importancia que se
da a las imágenes en la vida cotidiana, en la política, el marketing, etcétera,
y la ausencia de reflexión sobre las imágenes. Se considera que los que
reflexionan sobre las imágenes son muy complicados, pero no es cierto, no son
más complicados que los que trabajan en la Bolsa (se ríe).
–¿Qué tipo de contribución a la
construcción histórica le parece que es capaz de aportar este tipo de
conocimiento por la imagen?
–En todos los campos de conocimiento
histórico, en todas las áreas, la imagen aporta cuestiones específicas e
interesantes.
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