Los derechos de los ríos
13 Jun 2017 - 11:30 PM
Por: Saul Franco
El Espectador
No sólo los humanos somos sujetos de derechos. También lo son otros seres y especies, con quienes compartimos el planeta. Y si bien algunas culturas lo han reconocido hace miles de años, sólo hace poco que el derecho lo está aceptando y haciendo cumplir.
El paso más reciente y avanzado en esa dirección lo dio a comienzos de este año en el país la Corte Constitucional -CC- al promulgar la Sentencia T-622 de 2016. Tras un sólido y documentado alegato de 163 páginas – cuya lectura cautiva y recomiendo – ordena: “Reconocer al río Atrato, su cuenca y sus afluentes como una entidad sujeto de derechos a la protección, conservación, mantenimiento y restauración a cargo del Estado y las comunidades étnicas…” (p.158).
Dicha Sentencia resolvió favorablemente una tutela interpuesta en 2015 por el Centro de Estudios para la Justicia Social “Tierra Digna”, a nombre de varios Consejos Comunitarios del Atrato, que solicitaban detener la extracción minera y la explotación forestal intensivas, con maquinaria pesada y substancias tóxicas, en el río Atrato y su cuenca. Tal actividad extractiva ha venido contaminando el agua con mercurio y cianuro, alterando el cauce del río, deforestando su cuenca en los departamentos de Chocó y Antioquia, produciendo graves daños a la salud humana y animal, y deteriorando las condiciones de vida de las comunidades ribereñas, de predominio afrodescendiente e indígena. Como acontece generalmente, de las 60 toneladas de oro extraídas por año desde finales del siglo pasado, al Chocó, históricamente excluido y abandonado por el Estado y la sociedad, sólo le queda más pobreza, enfermedades, hambre, corrupción y violencia.
No parte de cero ni está sola la jurisprudencia colombiana. Desde finales del siglo pasado, 168 países miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Convención sobre el derecho del mar. Y si bien se refiere a los derechos de los Estados sobre su espacio marítimo, incluye algunas consideraciones sobre la protección del medio ambiente marino.
En lo que va de este año, tres ríos más han sido ya reconocidos legalmente como sujeto de derechos. En Nueva Zelanda, la comunidad indígena whanganui iwi, después de años de lucha, logró que se expidiera en marzo un decreto reconociendo al río Whanganui como un ser viviente integral, con derechos legales. Poco después, en la India, la Corte Suprema del estado de Uttarakhand declaró que los ríos Ganges y Yamura tienen los mismos derechos legales que los seres humanos.
Este tipo de fallos implican un gran avance, no sólo jurídico, sino conceptual. De un paradigma antropocéntrico, que ha considerado al ser humano como el centro del universo, se empieza a pasar a un enfoque ecocéntrico, en el cual la tierra no pertenece al hombre, sino que éste pertenece a la tierra. La diversidad de la vida, la de todas las especies y no sólo la humana, exige relaciones respetuosas entre todas y, por tanto, el reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos. Así lo han entendido, entre otros, nuestros ancestros andinos en su cosmovisión del Buen Vivir. Obviamente, semejante cambio no está exento de debates. Habrá que ir despejando dudas y resolviendo tensiones, como las ya generadas entre crecimiento económico/bienestar social/y protección del medio ambiente.
Es previsible que vengan, en el país y en el mundo, nuevas demandas y los consiguientes reconocimientos como sujeto de derechos de otros ríos, animales y ecosistemas. Pero lo más importante va a ser el progresivo cambio de mentalidad, el respeto efectivo de los seres humanos a las demás especies, la prioridad del bienestar social sobre el enriquecimiento de algunos y la aplicación de los fallos legales ya logrados.
Entre nosotros, la prueba de fuego será lo que pase en los próximos meses en el Chocó y lo que el Estado colombiano sea capaz de hacer por ganarle el pulso a las minerías legales e ilegales de la cuenca biodiversa del río Atrato, ahora flamante “sujeto de derechos”. Hay que permanecer en alerta.
* Médico social.
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