9 May 2017 - 9:00 PM
Por: Saul Franco
Para formar mejores médicos
No es lo
mismo producir médicos que fabricar computadores. Ni formar médicos para la
Edad Media que para la sociedad actual. Ni es independiente la formación médica
de los avances científicos, las tensiones sociales o los valores dominantes. Al
contrario, en un proceso complejo y cambiante, cada sociedad forma sus médicos
según los conceptos que tiene de salud-enfermedad-vida-muerte, al ritmo de sus
tensiones político-sociales, de los avances científico-tecnológicos, y a la
medida de sus necesidades y posibilidades.
Justamente
con el objeto de hacer recomendaciones sobre posibles transformaciones de la
Educación Médica en Colombia (EMC), los ministerios de Salud y Educación
conformaron una comisión de 13 miembros —ninguno de ellos estudiante de
pregrado de medicina— que trabajó durante un semestre y entregó hace poco
su Documento de Recomendaciones (DR). Las 42 páginas del informe trazan un
panorama de la EMC, expresan diversos intereses y orientaciones sobre el
problema, y formulan 104 recomendaciones de muy diverso calado y viabilidad
sobre lo que debe hacerse para formar mejores médicos/as generales y
especialistas y para que el proceso formativo sea continuo a lo largo de la
vida.
Reconociendo
la seriedad del trabajo y del producto de la comisión, pero asumiendo que se
trata de un aporte inacabado, resalto algunos aspectos de especial interés y
arriesgo algunos comentarios críticos para animar el debate que ya empezó.
Me impactó
la confirmación que hace el DR de la inequidad dominante en el país, al mostrar
la distribución del personal de salud. Para la OMS debe haber 25 médicos y
enfermeras por cada 10.000 habitantes. En Colombia hay en promedio 31/10.000.
Pero mientras en Bogotá hay 65/ 10.000, en el Chocó, Vichada y Vaupés sólo hay
6/10.000. Si el problema es grave en términos de médicos generales, es
peor en cuanto a especialistas. Es urgente una redistribución del personal.
Pero eso implica cambios de fondo en la relación urbano-rural, las condiciones
materiales de vida y la disponibilidad de recursos.
Hay muchos
aspectos positivos que merecen destacarse en el DR. Entre ellos: La importancia
dada a la transdisciplinariedad y la interdependencia, y a los componentes
humanísticos y éticos del proceso formativo. La necesidad planteada de
diversificar los campos de formación y de práctica, no reduciéndolos al ámbito
hospitalario de alta complejidad. El llamado a superar la memorización y a
pensar y proponer a partir de problemas reales. La necesidad de formar no sólo
médicos para atender enfermos, sino también para investigar y para trabajar en
el campo de la salud pública. La reivindicación de los hospitales
universitarios, y la urgencia de afinar los mecanismos de acreditación de
títulos y controlar la proliferación de escuelas de medicina (ya hay más de 55).
Pero me
parece tímido el DR en su posición frente a la mercantilización de la salud y
de la educación en el país y, por tanto, frente a los actuales sistemas de
salud y educación. Considero, además, que hace demasiadas concesiones al
polémico discurso actual de las competencias, perdiendo el foco de la respuesta
a las necesidades sociales y a la garantía del derecho a la salud. Y, a
pesar de que ya la mitad del personal médico son mujeres, la comisión —con 4
mujeres entre sus integrantes— ni se asomó a una perspectiva de género en la
formación médica.
Hay
propuestas que requieren mayor claridad y debate. Entre ellas: La de convertir
el año de servicio social de obligatorio en voluntario. La de reubicar el año
de internado como parte de la formación de posgrado. Y las fuentes de
financiación de los tres fondos propuestos: para el pago justo a residentes,
apoyo a hospitales universitarios para aumentar cupos de especialidades y para
el desarrollo profesional permanente.
Bienvenidos
los aportes de esta Comisión. Nos corresponde ahora enriquecer el debate,
madurar las propuestas y exigir que se tomen pronto las respectivas decisiones.
* Médico social.
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