“…..Los miedos han
entrado a formar parte constitutiva de los nuevos procesos de comunicación.”
“…Desde el 11 de septiembre de 2001 se ha fundamentalizado
la seguridad y se han legitimado la desconfianza social como método, y la
violación de los derechos a la privacidad y la libertad civil, como
comportamiento oficial de los gobiernos. Todo ello con el consiguiente afianzamiento de los prejuicios raciales,
étnicos y los fanatismos religiosos. Ello nos plantea la necesidad de enfrentar
dos prejuicios opuestos pero igualmente tenaces que provienen, uno, del campo
de los estudiosos de la comunicación, y el otro, de los expertos en violencias
y miedos.”
“..El primer prejuicio consiste en identificar
reductoramente los procesos de
comunicación con los medios y las
tecnologías, cuando lo que los medios hacen, lo que producen verdaderamente
en la gente, no puede ser entendido más que en referencia a las
transformaciones que sufren hoy los “modos urbanos de comunicar”, es decir, los
cambios en el espacio público, en la relación entre lo público y lo privado, en
una ciudad hecha cada día más de flujos, de circulación e informaciones, y cada
vez menos de encuentro y comunicación real.“…Si la televisión atrae es, en buena
medida, porque la calle expulsa…”
“Enfrentar el segundo prejuicio nos lleva a plantear que no
podemos comprender el sentido y la envergadura de los “nuevos miedos”
refiriéndonos únicamente al aumento de la violencia, de la criminalidad y de la
inseguridad en las calles. Pues si los miedos son clave de los nuevos modos de
habitar y de comunicar, es porque son expresión de una angustia más honda, de
una “angustia cultural”, que proviene de varios factores, y en primer lugar, de
la pérdida del arraigo colectivo en unas ciudades en las que un urbanismo
salvaje – pero que a su vez obedece a un cálculo de racionalidad instrumental y
comercial – ha ido destruyendo poco a poco todo paisaje de familiaridad en el
que se apoyaba la memoria colectiva. …Hoy los medios viven de los miedos…”
(“Los laberintos urbanos del miedo. La ciudad entre medios y
miedos.” Jesús Martin Barbero. En “Entre miedo y goces: comunicación, vida
pública y ciudadanías”.2006.Bogotá. Ed. Mirla
Villadiego Prins.
Pero ocurrieron algunas cosas más en las últimas semanas que
han pasado los límites de lo saludable y de lo tolerable.
Las nuevas modalidades de programas televisivos que combinan
información y entretenimiento (“infotainment”) corren el riesgo de andar por la
cornisa de la apología del delito cuando inducen la confusión entre alguien que
actúa de ladrón y alguien que es un ladrón verdaderamente a quien convocan
pagándole cachet. Tal el caso de un ladrón en moto que fue filmado por un turista
extranjero “con las manos en la masa”, que nunca fue a prisión, pero sí a la
televisión donde continuó intimidando a los espectadores al no demostrar
arrepentimiento ni conciencia clara de sus actos y en cambio se convirtió en
espectáculo y en personaje.
Todavía no se reportaron casos de efecto copycat pero las
condiciones están dadas. Ya lo vimos con los femicidios por quemaduras y con
los suicidios adolescentes.
De igual modo, el video de un preso torturado por la policía
tucumana se repitió una enormidad de veces y en horarios en que los niños miran
la tele, torturando al espectador innecesariamente, ya que es el análisis del
hecho lo que funciona como denuncia o reflexión.
Los videos de crímenes en transcurso también los vimos con
las decapitaciones en Oriente. Cuál es el sentido de su repetición hasta el
cansancio en los canales de todo el mundo? Es sólo una cuestión de crueldad y
morbosidad? ¿O constituyen las narrativas estereotipadas impuestas que estigmatizan
a individuos y a sociedades enteras, del
mismo modo que el titular con que se describió a Melina, la niña asesinada, en
uno de los diarios más importantes (“Una fanática de los boliches que abandonó
la secundaria” – Clarín)?
Los medios no pueden eludir su responsabilidad en el proceso
de atribución de sentido social al configurar la “agenda de los medios” con noticias
cuyo negligente tratamiento van delineando la provocación de un pánico
colectivo o “pánico moral” (Stanley Cohen,1970).
Algunos especialistas en medios (Hall) entienden que ya se
establece el inicio del pánico moral cuando los medios comienzan a enfatizar el
“incremento del crimen” con adjetivos como “repentino”, “dramático”.
Pero es justo decir que no son sólo los medios los que
instalan el pánico moral. La preocupación por el delito repercute directamente
en las actitudes punitivas y en la convocatoria de mayor intervención penal. El
miedo rigidiza, y una población temerosa y con el pensamiento paralizado de
terror es una población vulnerable y propensa a ser manipulada y controlada con
promesas de seguridad que en general consiste en el desarrollo de la industria
de la seguridad, creciente negocio.
A nosotros, los especialistas en violencias y miedos nos
toca apuntalar una debida alfabetización mediática – escuelas mediante - que
facilite la lectura de los medios y su crítica, y la promoción de sociabilidades
en tiempo y forma real que fortalezcan el tejido social así como el
desenmascaramiento de modelos de cognición, interpretación y estigmatización
que los medios refuerzan.
A los profesionales de los medios les toca involucrarse más
con una “ética del cuidado” que implica moverse de la lógica única del
espectáculo cuando se tratan temas de alta sensibilidad social, evitando la
banalización y la deshumanización tanto de las víctimas como de los victimarios.
La sociedad está ávida de propuestas y estamos dispuestos al
trabajo en equipo.
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